lunes, 30 de enero de 2012

Cuando el jurado suspende

El 25 de enero conocíamos la sentencia: Francisco Camps y Ricardo Costa se habían librado. Algo insólito, si tenemos en cuenta que los otros dos imputados por la misma causa (Rafael Betoret y Víctor Campos) se declararon culpables en su día y reconocieron haber recibido regalos de la trama Gürtel. Camps y Costa se la jugaron al juicio oral y el jurado les declaró no culpables, a pesar de todas las grabaciones (esas del «amiguito del alma», «te quiero un huevo», «te has pasado tres pueblos con el regalo de mi mujer» o «si se lo regalé a la anterior consellera a esta también»). A pesar de todo eso.

No obstante, cinco personas de las nueve que configuraban el jurado consideraron culpables a los dos políticos. ¿Mayoría, verdad? Pues sí, pero hacían falta siete votos para condenar al ex President y al diputado autonómico del Partido Popular. Cosas del derecho: mismo delito, veredictos distintos.

Nadie en el mundo, a tenor de las conversaciones mantenidas entre los imputados en la mayor trama de corrupción de España, niega que hubiera regalos, claro está. Únicamente esas cuatro personas del jurado popular que se formó para la causa que votaron a favor del ex President Camps y Ricardo Costa.

Pero el veredicto es claro. No había nada que les declarara inocentes, sino que faltaban pruebas para declararlos culpables; de ahí la condición de no culpables.

Ahora bien, pasado ya el asombro provocado por la sentencia, días después la prensa se hizo eco de ese veredicto, cargado de faltas de ortografía. El diario El Mundo llega a decir que «no superaría un examen de la ESO». Desde luego que no. Aquí tienen una muestra:




La primera frase es reveladora: «El jurado, a deliberado»... Y así durante dieciséis folios. Continuas y repetidas faltas de ortografía (faborable*, tubiera*), tildes que se esfuman (conclusion*, fiscalia*), puntuación incorrecta, falta de concordancia, etcétera. Como niños de Primaria, vamos. O ni siquiera eso.

La Ley Orgánica 5/1995, de 22 de mayo, del Tribunal del Jurado, en su sección segunda, artículo 8, regula los requisitos para ser jurado. Estos son: ser español mayor de edad, encontrarse en el pleno ejercicio de los derechos políticos, saber leer y escribir y no estar impedido física, psíquica o sensorialmente para el desempeño de la función de Jurado.

Sin poner en duda ninguno de los requisitos, es obvio que lo de saber leer y escribir (al menos correctamente) les cuesta, no solo al redactor del Acta sino a los ocho restantes miembros que bien podrían haberle echado un vistazo.




Más llamativo es, si cabe, que se mencione a Francisco Camps como President de la Generalitat, en presente, en vez de en pasado. A veces, incluso, la ortografía se ha corregido encima del original, lo que indica una rápida revisión que pasó por alto muchísimas faltas. Muchísimas. Tantas que, de tratarse de un examen (no ya de Lengua, claro está) de Primaria o Secundaria (y no digamos Bachillerato), la reducción de puntos por errores ortográficos habría complicado bastante el aprobado.

Y es que, tras quince horas de deliberación, el jurado popular solo pudo escribir dieciséis páginas cargadas de faltas de ortografía, concluyendo (por cinco votos a cuatro) que Camps y Costa eran «no culpables». Sin embargo, necesitaban dos votos más... 

El jurado estaba compuesto por nueve personas, seis hombres (cuatro de ellos de menos de 35 años y los otros dos en torno a los 45 años) y tres mujeres (dos en torno a los 50 años y una de menos de 35 años). Como sigue detallando la noticia de El Mundo: «asistentes al juicio coincidieron en destacar que los dos hombres que superaban la cuarentena se singularizaron por prestar más atención a las defensas que a las acusaciones».

Curiosidades de un caso para la historia. Las grabaciones quedaron claras. Y, como he dicho antes, si en la misma causa y en el mismo delito, la mitad de los acusados se declaran culpables, es que igual algo falla

Ya lo dijo el escritor latino Publio Sirio: iudex damnatur ubi nocens absolvitur. «La absolución del culpable es la condena del juez».

viernes, 27 de enero de 2012

Equilibrando el mundo

Miguel tiene nueve años. Esta semana vuelve al colegio con la retina repleta de recuerdos navideños: la cena de Nochebuena en casa de sus abuelos, cuando sus padres le dejaron luego quedarse hasta las dos de la madrugada viendo dibujos por la tele, hasta que ya no pudo más y tuvo que ir arrastrándose a la cama, todavía con el sabor de las gambas y el cordero en la boca. O la comida de Navidad en casa de sus tíos, jugando con sus primos mayores (tampoco muy mayores) en el larguísimo pasillo. Casi tiran una figurita de porcelana, una bailarina pálida cuyo brazo estirado hacia arriba, la muñeca ligeramente doblada y los dedos extendidos demuestran la valía innata del artista.

Ahmed también tiene nueve años. Vive en los campamentos para los refugiados saharauis en Tindouf, aquel lugar en mitad del desierto donde Argelia les deja vivir desde que su padre tenía su misma edad. Ahmed también irá a la escuela, aunque él no ha tenido vacaciones. Quiere estudiar mucho para ser un hombre de provecho, para poder trabajar en Argelia o Mauritania o, quién sabe, ojalá, en Europa, y así poder mandar dinero a su familia. En su retina, la Navidad es únicamente una llamada de teléfono de sus papás de España. Le hablan de la crisis, de la prima de riesgo, de subidas de impuestos y otras cosas que Ahmed, en mitad del desierto, sin más visión que el ancho azul del cielo y un mar de arena fina que se extiende hacia todas partes, no entiende. Le dicen que hay gente que ha perdido su trabajo, que no pueden pagar los pisos que se compraron, y Ahmed, con el teléfono móvil de su hermana mayor, contempla la nada más absoluta y devastadora y suspira profundamente.

Él sabe, porque lo ha visto en fotos, que hay todo un mundo allí afuera que está repleto de edificios altos y aceras de hormigón, de neveras llenas de comida y de restaurantes que incluso te llevan la comida que quieras a tu propia casa. Pero a él le ha tocado esa vida. No es cuestión de resignarse; solo se trata de aceptar la realidad.

De año en año, sus papás de España vienen y le traen ropa, balones de fútbol, comida. La vida en los campamentos es monótona: cuando termina el colegio, juega con sus compañeros, visita a su abuelo, escucha hablar a los mayores. Cada día es igual que el anterior. Todos esperan una libertad que no viene, la llegada de alguien desde el otro lado de la frontera o desde Rabouni que les diga que ya pueden ir adonde quieran, que ya son un pueblo, que tienen patria. Sin embargo, para Ahmed, que nació allí, la «libertad» es eso, ese es su país. No conoce otra cosa. Algunos niños más mayores han estado en España este verano y vienen con historias increíbles de piscinas de agua helada, casas de dos plantas y televisores donde las imágenes parecen salirse de la pantalla. La única tele que ha visto él está en casa de un hermano de su padre y la antena está medio rota, por lo que hay que intuir las imágenes detrás de las franjas de puntitos blanquinegros.

El pequeño Miguel, por su parte, entrará en clase el primero, como siempre. Subirá las persianas y sacará los libros: hoy toca Conocimiento del Medio. Él conoce el llamado Tercer Mundo por los libros de texto o por algún trabajo que le mandan hacer. No se considera más afortunado que otros niños, porque no piensa mucho en esos otros niños que viven en casuchas de uralita y adobe, sin agua para lavarse ni comida que llevarse a la boca. Está tan ocupado que apenas tiene tiempo para pensar cuán afortunado es.

Cuando lleguen los demás compañeros hablarán de lo que les han traído los Reyes a cada uno. A él un par de juegos para la Play 3, las Nike que lleva Cristiano Ronaldo, un libro de lectura y algo de ropa. En casa de sus abuelos siempre le traen dinero. En la jaima de Ahmed no se celebra la Navidad, obviamente. Ellos no son cristianos. Pero, aunque lo fueran, no habría nada material que regalar. El regalo que tiene Ahmed cada día es la propia vida. Miguel también, por supuesto, pero tampoco tiene tiempo para agradecer eso.

Este es el equilibrio del yin y el yang, el todo y la nada que está presente en todos los vértices de este mundo.

Estas fiestas pasadas, Miguel acompañó a su abuela paterna a la misa de gallo de la parroquia. Un coro rociero clamaba por bulerías: «Señor de los espacios infinitos, tú que tienes la paz ahí entre las manos: derrámala, Señor, te lo suplico, y enséñales a amar a tus hermanos». En ese mismo instante, Ahmed, mirando la noche estrellada sobre el desierto, quizá pensara que ese Señor de los espacios infinitos había pasado por alto aquel lugar.

miércoles, 11 de enero de 2012

Por fin tengo el Scrabble

Seguro que fui bueno... Si no, no se explica que los Reyes Magos vinieran tan cargados de regalos. En casa de mi novia, entre otras cosas, me trajeron ese gran juego de mesa que es el Scrabble: un juego de palabras cruzadas que mezcla la destreza para hacer crucigramas, la habilidad para resolver anagramas y, ante todo, rapidez, ya que solo se dispone de un máximo de dos minutos por turno. Todo ello sumado al conocimiento que se debe tener de la lengua, puesto que cuanto más vocabulario se tenga mayores oportunidades de ganar, aunque, obviamente, el azar juega también un papel fundamental.


Para los pocos que desconozcan la mecánica de este juego de mesa, decir que el Scrabble se juega en un tablero de 15x15 entre dos, tres o cuatro jugadores. Cada uno dispone de un atril en el que va colocando de siete en siete las distintas letras que componen el juego. Hay, en la versión española, un total de 100 fichas (98 marcadas con letras y dos fichas en blanco que sirven como comodines) divididas de la siguiente manera:

0 puntos: dos fichas en blanco (comodines).
1 punto: A ×12, E ×12, O ×9, I ×6, S ×6, N ×5, L ×4, R ×5, U ×5, T ×4
2 puntos: D ×5, G ×2
3 puntos: C ×4, B ×2, M ×2, P ×2
4 puntos: H ×2, F ×1, V ×1, Y ×1
5 puntos: CH ×1, Q ×1
8 puntos: J ×1, LL ×1, Ñ ×1, RR ×1, X ×1
10 puntos: Z ×1

Cada jugador, en su turno, debe construir una palabra con el máximo de letras posible, cruzándola con otra palabra que se encuentre sobre el tablero y atendiendo a las casillas de puntuación extra (letra doble o triple y palabra doble o triple), para así ganar más puntos. Lógicamente, el juego termina cuando ya no quedan más fichas que coger o cuando ya no se pueden formar más palabras.

Como ya se ha visto, faltarían la w y la k, no empleadas en el juego debido a las pocas palabras que existen en nuestro idioma con esas letras. El único «error» achacable es que el juego, al contrario de lo que ya ha hecho la RAE, siga reconociendo como letras propias la ch, la ll y la rr, impidiendo las reglas usar un c y una h en dos fichas o dos eles y dos erres en fichas distintas para formar palabras, algo que deberían corregir, tanto en la edición del juego (eliminando esas tres fichas CH, LL y RR) como en las bases para los campeonatos de Scrabble que se realizan a lo largo del mundo.

Quién le iba a decir a su creador que ese humilde juego iba a tener tantos seguidores y tanto reconocimiento. Y es que la historia del nacimiento del Scrabble es una muestra de cómo no rendirse nunca ante las continuas puertas cerradas.

Mr. Butts, creador del Scrabble
Alfred Mosher Butts, de Poughkeepsie, Nueva York, creó este juego en 1938 sobre la idea de un juego anterior suyo llamado Lexiko, cuya patente fue denegada y que no obtuvo el beneplácito de dos fabricantes. Sin rendirse, como nos indica la Wikipedia, «fabricó él mismo casi 200 juegos que regaló o vendió a sus amigos, pero Lexiko no llegó más lejos. No era un éxito comercial».

Fue en 1938 cuando Butts tuvo la idea de añadir un tablero, y así formar palabras tal y como se hacían en los crucigramas (que empezaban a hacerse populares en aquella época, inventados en 1913 por Arthur Wynne). El juego fue cambiando de nombre (de Lexiko a NewAnagrams, Alph, Criss-Cross y finalmente Criss-Crosswords), pero el éxito no acababa de llegar.

El tablero de Criss-Crosswords se imprimía y pegaba en tableros de ajedrez, con las letras de las fichas dibujadas a mano y pegadas en trozos de madera de 0,5 cm, cortados a la medida de las casillas del tablero.

Decepcionado porque la patente fue rechazada y porque ningún fabricante se atrevía a comercializarlo, abandonó el proyecto hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

En 1948, uno de los amigos de Butts y de las primeras personas en recibir el Criss-Crosswords, James Brunot, que creía firmemente en ese juego, decidió junto a su esposa arriesgarse a comercializarlo. Así pues, llegaron a un acuerdo: a cambio de dar la autorización a Brunot para fabricar el juego, Butts recibiría un tanto por ciento por cada juego vendido.

Como nos sigue contando la Wikipedia, «los Brunot decidieron que el juego necesitaba pequeñas modificaciones, por lo que reorganizaron la distribución de casillas con premio y simplificaron las reglas, que resultaban demasiado largas y complejas. Al mismo tiempo, empezaron a pensaren un nuevo nombre y solicitaron un copyright, lo que se les concedió el 1 de diciembre de 1948».




Días después, el 16 de diciembre, nacía el Scrabble.

El juego fue creciendo exponencialmente. De aquellos inicios en los que los Brunot confeccionaban el juego y lo vendían en el salón de su casa de Newtown, Connecticut, a dieciocho unidades el día, perdiendo dinero año tras año, se pasó a una producción, en 1952, de 37.000 unidades. El boca oreja funcionó de inmediato y los compradores se lo recomendaban a sus amigos. Esto mismo, en la actualidad, habría sido casi inmediato gracias a la generación Twitter.

Ese año de 1952 significó el gran salto, puesto que «Jack Strauss, el presidente de Macy's de Nueva York —los grandes almacenes más importantes del mundo—, aprendió a jugar a Scrabble durante sus vacaciones». Le encantó el juego, pidió unas cuantas unidades para repartirlas entre sus amistades y le dijeron que no disponían de Scrabble en las estanterías de sus almacenes. Así que Macy's comenzo a venderlo y, además, financió una campaña promocional del juego.

Al año siguiente, en 1953, ya se fabricaban seis mil unidades semanales de Scrabble, por lo que Brunot cedió la licencia de fabricación a Selchow and Righter, el fabricante de juegos líder en Estados Unidos, que precisamente (esas paradojas del destino) lo había rechazado unos años antes.

Y la fiebre del Scrabble siguió creciendo, país por paías e idioma por idioma, allá donde iba. Fiebre que se tradujo, como sucede con otros juegos de mesa, con campeonatos mundiales. El primero tuvo lugar en 1991, en Londres, y dos años después en Nueva York, ambos en la lengua de Shakespeare. En español, se celebró el Primer Campeonato Internacional en Madrid, en el año 1997.

Termina la entrada de la Wikipedia diciendo:

Desgraciadamente, James Brunot murió en octubre de 1984, por lo que nunca llegó a ver el primer campeonato mundial del juego, pero Alfred Butts sí tuvo la suerte de verlo (asistió a la competición de Nueva York y quedó maravillado al ver lo lejos que había llegado su invento). Butts siguió jugando al Scrabble con su familia y sus amigos hasta el final de sus días. Este hombre modesto y sin pretensiones vivió para ver cómo su creación se convertía en un fenómeno mundial. Vivió hasta los 93 años, muriendo en abril de 1993.
Gracias a esos dos amigos, gracias a que nunca se rindieron y confiaron en ese juego siempre, hoy podemos disfrutar del Scrabble en nuestras casas o en cualquier parte. Es el mejor legado que nos dejaron a todos los que amamos las letras y las palabras: poder jugar partidas y partidas de Scrabble. Como esta con la que termino mi entrada, tal y como se quedó el tablero después de jugar contra mi novia.

Por cierto, ganó ella.




sábado, 7 de enero de 2012

Si algo salía bien, no lo toque; podría empeorarlo

En primer lugar, quisiera felicitarles el año, este 2012 que viene con augurios de final del mundo y hecatombe intergaláctica y que ya ha empezado con aquello que nos dijeron que jamás iba a pasar: subida de impuestos, recortes sociales, congelación de sueldos y ampliación de jornada laboral para el funcionariado, etc.


Se confirma, pues, que el Partido Popular se presentó a las elecciones del 20N con una programa oculto, manipulando de este modo a la ciudadanía con el único afán de obtener una holgada mayoría absoluta que les diera carta blanca para apretar el estado de bienestar, siempre y cuando esos aprietos nunca fueran para ellos mismos.


A pesar de todo ello, les deseo un feliz año 2012.


En Novelda, como en la práctica totalidad de los municipios de España, el año comienza con la cabalgata de los Reyes Magos, y los primeros días de enero, tras la resaca de Año Nuevo, sirven para ir contando lo que queda hasta esa fecha tan señalada. Excepto en algunos pueblos, por desgracia, donde la excusa de la austeridad pudo con la ilusión de los más pequeños...


Sin embargo, en Novelda, el día 5 de enero celebramos también una efeméride: la del nacimiento, en 1713, del marino y sabio español Jorge Juan y Santacilia, nacido en el término municipal de Novelda, en el paraje conocido como El Fondonet. (Junto a la casa natal de este insigne noveldense universal, un equipo de gobierno conservador y un tanto desacertado construyó un polígono privado con parcelas de precio desorbitado que está prácticamente vacío, tal y como vacías estuvieron las cabezas pensantes que lo programaron.)


Foto: www.noveldadigital.com
Fue también un 5 de enero, de 1913, al cumplirse el bicentenario de su nacimiento, cuando se inauguró una estatua de bronce en honor a Jorge Juan, estatua que preside la Plaza Vieja, y se estrenó el Himno a Jorge Juan, del maestro Gomis. Desde entonces, la Unión Musical «La Artística», la asociación cultural más antigua de la ciudad, acude puntual a tocar, a las cinco de la tarde, a nuestra Plaça Vella, a honrar la figura de quien descubrió que la Tierra no era una esfera perfecta y midió el grado de achatamiento de nuestro planeta desde el meridiano que cruzaba la ciudad de Quito (Ecuador), avances matemáticos y científicos que todavía son recordados y empleados en la actualidad.


En ese acto se dan cita decenas de noveldenses, las autoridades políticas, las Reinas de las Fiestas y de los barrios y, por supuesto, el Orfeón noveldense «Solidaridad», que entona los versos de Luis Calpena del Himno. Llevo acudiendo a esa efeméride desde que tengo uso de razón, primero como niño espectador y ahora como participante músico. Tocando desde 1995, si la memoria no me falla, que ya ha llovido mucho desde entonces. Y siempre habíamos tocado junto a la plaza, al lado de la plaza, en la calzada, allí donde los setenta u ochenta músicos cabemos con facilidad, sin molestarnos unos a otros, allí donde podemos tocar cómodamente y la gente puede disfrutar de nuestras notas.


Foto: www.noveldadigital.com


La imagen anterior es del año pasado, pero podría ser del anterior o del anterior.


Este año, en esa política que tiene el nuevo equipo de gobierno del PP de cambiar o destruir todo lo que se hacía o se creó durante la legislatura pasada, todo se modificó. Y este acto viene realizándose desde hace lustros. ¿Qué necesidad había de modificarlo? ¿Hacía falta ubicar a los músicos dentro de la misma plaza, a los pies de la estatua, rodeados por vallas de la policía local? ¿Era preciso hacinarnos, colocar setenta personas en un microespacio donde nos molestábamos y era incómodo tocar?


Foto: www.noveldadigital.com
Hay que decir al respecto que este año, por primera vez, aparecían en escena las vallas de la policía local, elemento diferenciador y de protección, que delimitaban la zona en la que músicos, reinas y autoridades podían estar, separándonos del pueblo, en un acto que es y ha sido siempre del pueblo, porque todos tenemos el derecho y el honor de celebrar juntos el aniversario de nuestro paisano más internacional.


Foto: www.noveldadigital.com
El concejal de Cultura dirigía el evento e introdujo unos cambios que, a mi entender y en pro del sentido común, eran ilógicos, producto de una mala coordinación y una mala comprensión del sentir del acto. Porque ayer, además de poner flores a la estatua, se interpreta el citado Himno a Jorge Juan y el Himno de la Comunitat Valenciana, con lo que la música se vuelve indispensable. Hay que cuidar a los músicos. Es lo fundamental en este tipo de eventos.


Algo parecido sucedió en la Cabalgata de Reyes de la tarde. Las bandas de música eran tratadas como ganado, como charangas en fiestas de barrio, dirigidas por los vaivenes de la alcaldesa, que iba desautorizando al concejal de Fiestas a cada paso: si uno decía que ya podían dejar de tocar, la otra decía que continuara, si uno decía que por aquí, la otra decía que por allá.


En fin; hay que respetar más la música y quienes hacemos posible el éxito o no de este tipo de celebraciones. Y además está el hecho de que es un acto que se celebra, como apuntaba antes, exactamente igual en su forma y en su contenido desde hace muchísimos años.


Si salía bien siempre, no introduzca cambios, concejal. Deje las cosas tal y como están. Porque podría empeorarlas, tal y como así sucedió. Confío en que, para actividades futuras (esta u otras), impere la razón sobre las ansias de protagonismo o cambio. O al menos se pregunte a las personas que conocen estos actos por haber acudido a ellos desde hace algún tiempo.


Porque, como manda el sentido común, no hace falta cambiar algo que está bien. Y porque, lógicamente, de lo que se tiene que hablar es del acto en sí y no de las carencias que una pésima organización podría acarrear. El 5 de enero celebramos todos los noveldenses el nacimiento de Jorge Juan y Santacilia, científico, espía, marino y hombre de confianza del marqués de la Ensenada, y del cual pronto podremos ver un par de documentales que se están rodando actualmente en torno a la figura de nuestro personaje. El año que viene se celebra el tercer centenario de su nacimiento; esperemos que el acto destaque por su preparación y desarrollo. Desde aquí les brindo, al equipo de gobierno del Ayuntamiento de Novelda y al comité que organiza dicho centenario, mi ayuda y todo mi apoyo.