miércoles, 27 de junio de 2012

La RAE se actualiza

Hace unos días, la RAE dio a conocer un listado con algunas de las novedades que incluirá la nueva edición del diccionario, la vigésimo tercera, que se publicará en 2014, coincidiendo con el tercer centenario de la institución. Aquí lo tienen.

Entre esas casi 1.700 novedades los medios de comunicación destacaban la nueva acepción para matrimonio, al que a partir de ahora se define, también, como «unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales». Esto es, no se elimina ninguna acepción, sino que se propone una nueva.

De hecho, desde la página web de la Academia, ya se puede ver cómo quedará definida esa controvertida palabra, controvertida desde el momento en que el Partido Popular interpuso un recurso de inconstitucionalidad después de que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero permitiera el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2005.


Mucho se ha hablado, escrito, debatido y discutido desde aquel recurso. El PP ha intentado hacer sangre con el hecho de que se llamara matrimonio, alegando que en la etimología (¡?) de la palabra no entraba tal despropósito. Este vago argumento es el que todavía se esgrime para criticar la nueva acepción del diccionario.

Pero lo cierto es que ni siquiera la etimología está clara, aunque parece que, lo más probable, la palabra provenga de matris («madre») y munium («cuidado»); esto es, «cuidado de la madre», dando por hecho que ha de ser la madre la que cuide al fruto del matrimonio, en un tiempo, ya plenamente superado, en el que para tener hijos había que estar (al menos, en principio) unido legalmente.

Desde mi punto de vista filológico, la etimología nos habla de cómo han evolucionado las palabras, nos explica la forma de escribirlas, nos cuenta a veces una historia o una anécdota sobre su formación o creación, pero no podemos vivir anclados en el significado ancestral de una palabra, impidiendo la evolución y adecuación de nuestra lengua a la forma de pensar y sentir actual. Pienso que la RAE ha hecho bien adecuando esa nueva acepción a la palabra matrimonio, porque, mal que le pese a algunos, vivimos en el siglo XXI y no por dejar de nombrar algo o denominándolo de otra forma terminaremos con ello. Hoy por hoy, los matrimonios homosexuales existen, es un hecho que la mayoría de la población acepta, comprende y respeta, más aún cuando son leyes que amplían derechos y libertades a conciudadanos nuestros sin menoscabar la libertad ni los derechos del resto.

Un punto a favor para la Real Academia. Enhorabuena.

Igualmente perfecta la inclusión de la palabra blog. Hasta ahora, tal y como expliqué en una entrada anterior, se reconocía tal palabra aunque remitiéndonos a bitácora. Eso fue en el Diccionario panhispánico de dudas. Hoy ya podemos escribir correctamente blog, que la RAE define como «sitio web que incluye, a modo de diario personal de su autor o autores, contenidos de su interés, actualizados con frecuencia y a menudo comentados por los lectores»; y nos podemos referir a las personas que crean o gestionan este tipo de páginas como blogueros.

Y es que la RAE tarda (a veces más o menos, con mayor o menor acierto y recibiendo más o menos críticas), pero siempre intenta actualizarse. Este es el caso de nuevas palabras que ya se reconocen y aparecerán en la nueva edición del diccionario, como sociata, pepero, gayumbos, SMS, canalillo, USB (y memoria USB), chat, culamen, tableta (con el significado de tableta electrónica), sudoku, okupa, etcétera.

Sin embargo, hay una palabra en concreto que no me acaba de convencer, no por la idoneidad o no en su inclusión, sino por la ortografía que la RAE ha propuesto. Se trata de friki, que la Academia define de esta manera:


La RAE ha preferido mantener en esta ocasión la -k- etimológica.

En otras palabras, quiosco por ejemplo, ha hecho lo contrario (ya lo expliqué en una entrada pasada que dediqué a la letra k), adecuando la ortografía. Y así, aunque en un primer momento (en 1884) la palabra kiosco apareció así, con k- inicial, en la siguiente edición, 1899, nos dirigía a quiosco.

Pero, ¿y la palabra okupa? ¿También lleva -k- intervocálica y ahí no hay problema? Son casos diferentes, y más aún cuando la misma RAE, en la explicación que precede a las acepciones, nos dice: «acortamiento de ocupante, con k, letra que refleja una voluntad de transgresión de las normas ortográficas».

No hay muchas palabras en nuestra lengua que contengan una -k- intervocálica. De hecho, únicamente me vienen a la cabeza cuatro: kiko (de origen incierto), karaoke (voz tomada del japonés) y esas dos que ahora la RAE introduce, okupa y friki. Y mucho me temo que esa -k- de friki no pretende transgredir ninguna norma ortográfica. ¿Por qué no escribir friqui? Es más, la Fundación del Español Urgente (Fundéu), asesorada por la Real Academia de la Lengua Española no lo olvidemos, ya respondió en noviembre de 2008 a una consulta sobre esa palabra. Y en esa ocasión dijo:
La RAE aún no ha incluido esa voz [friki/friqui] en el diccionario. La forma más aconsejable de escribirla es hispanizándola como friqui, y puede escribirse sin comillas ni cursiva, es decir, en redonda, como una palabra más de nuestra lengua.
Poco más que añadir, ¿verdad? La RAE aún está a tiempo de corregir. Espero que lo haga, más que nada para ser coherentes con la palabra quiosco, si es que alguien prefiere escribir friki por etimología y prefiere referirse al matrimonio solamente a la unión entre hombre y mujer usando la misma excusa. Ya he dicho antes que la etimología no debería ser un arma para combatir más allá de lo estrictamente lingüístico.

Para terminar, una curiosidad, que me llegó vía Twitter a través del usuario y amigo @ClimCulture sobre el posible uso de la palabra friqui en español:


Inmediatamente me explicó: «Provenía de una interpretación del inglés "free-climb"», que la verdad es que tiene una pronunciación muy cercana al original freaky y a nuestro friqui. ¡Impresionante!


Y ahora solo me queda una duda final: ¿la RAE hará caso de esta entrada tan friqui? ;-)

lunes, 18 de junio de 2012

El yogurlado no está maldito

Empieza el calor.

Bueno, realmente llevamos pasando calor varias semanas, pero es ahora, cuando las vacaciones están a la vuelta de la esquina, cuando los niños únicamente van a clase por las mañanas y las siestas se prolongan hasta que el sol comienza a descender, cuando mejor y más se disfruta. Piscinas a rebosar, la playa llena, puestos callejeros de helados, ferias y fiestas populares...

Y, desde hace un año o dos, la moda de las tiendas de yogur helado. Precisamente en mi Novelda natal han abierto una no hace mucho, Más Que Yogur, donde además de poder tomar cualquier producto de cafetería, se puede degustar riquísimo yogur helado sobre el que poner infinidad de toppings (chocolates diversos, gominolas, siropes, cereales...) hasta conseguir un resultado tan apetecible como este:



Pero después de quedar saciado, y todavía con el gusto frío y dulce en el paladar, me asalta la duda del filólogo. Defecto profesional, perdonen: a este tipo de establecimientos, ¿cómo deberíamos llamarlos? ¿Yogurterías? ¿Yogurerías? ¿Mejor una que otra? Veamos.

La RAE reconoce yogur abiertamente desde 1970, primera vez que esta palabra aparece en nuestro diccionario. Como se explica en la última edición, esta voz nos vino del francés yogourt que la tomó del turco yoğurt.



Entrada para yogur en el diccionario de 1970.

Es más, la Real Academia condena otras escrituras: el Diccionario Panhispánico de Dudas de 2005 nos advierte de que «deben evitarse las grafías yoghourt, yogourt, yoghurt y yogurt, poco acordes con el sistema gráfico español y que son las usadas en otras lenguas como el francés o el inglés».

Así, en este sentido ninguna duda: se dice y se escribe yogur. Por lo tanto, como derivado formado a partir de él, deberíamos decir yogurería, ¿no? Así se lo pregunté a la Fundéu y en esos mismos términos me respondieron: «El derivado adecuado acorde con la adaptación de las Academias sería yogurería, si bien es cierto que la más habitual es yogurtería».

Lógicamente, no siempre lo más habitual es lo más correcto. Y en cuestiones lingüísticas, no íbamos a ser menos.

Por lo tanto, tal y como suponía, es mejor decir y escribir yogurería, a pesar de que no estaría mal utilizar yogurtería. Aunque, ¿por qué el DRAE reconoce entonces yogurtera («aparato para elaborar yogures») y no prefiere yogurera? La primera mantiene la -t- etimológica y el grupo -rt-, «poco acordes con el sistema gráfico español», tal y como hemos leído antes.

Servidor, humildemente y desde el punto de vista filológico, prefiere, de un mismo lexema, construir todos los derivados. Y así tendríamos yogurera, yogurería y, aunque con sentido totalmente figurado, yogurín (esta voz ni siquiera la reconoce la RAE, a pesar de que es bastante común), todos siguiendo las reglas de creación de palabras en español.

Quizá en 2014, cuando la Real Academia edite la 23ª edición del Diccionario, conmemorando el tercer centenario de la institución, veamos muchos cambios e inclusiones, con la idea de que el DRAE vaya recogiendo la evolución y actualización de nuestra lengua. Aunque en este caso, a fin de cuentas, lo que importa es cómo esté el yogur helado (o, siguiendo también la norma de creación de acrónimos: yogurlado). Y donde yo lo tomo está impresionante.

Y no está maldito, como decían en un capítulo de Los Simpsons. Pasen buen día.


domingo, 10 de junio de 2012

¡Podemos! Y mañana también...


Hoy empieza la Eurocopa 2012 para España. Contra Italia. Casi nada. Los de mi generación recordamos a la selección azzurra por el codazo de Tassotti a Luis Enrique en el Mundial de EE.UU., aquel 9 de julio de 1994. Las lágrimas, la sangre sobre su camiseta blanca, la impotencia de ver que todo el mundo ha visto lo que ha pasado menos el árbitro. Todo un símbolo de la desgracia que se cernía sobre nuestra selección de fútbol: el gol en propia puerta de Zubizarreta contra Nigeria en Francia 98, aquel robo en cuartos de final contra Corea del Sur en el Mundial 2002, con un trío arbitral de Egipto, Trinidad y Tobago y Uganda, el repaso que nos dieron Zidane y los suyos en Alemania 2006...

Por fortuna, los más jóvenes (y todos los demás, claro está) recuerdan a Italia por los dos penaltis que paró Casillas en otra Eurocopa, la de 2008 en Austria-Suiza, la que nos hizo pasar por encima de la maldición de cuartos. Luego vino Rusia, el aperitivo perfecto ante la lección de fútbol que dieron los nuestros contra Alemania en la final. De nuevo las paradas de Casillas, la magia de Xavi e Iniesta, la fuerza de toda una selección. El empuje de todo un país acompañando el gol de Torres.

Hoy empieza su andadura España. Y esperemos que lleguen lo más lejos posible, que lleguen a la final y que la ganen, pero que no haga falta una prórroga como contra Holanda en el Mundial de Sudáfrica, que sea por cinco a cero y en la primera parte. Para no sufrir demasiado. Porque no estamos para muchos sustos. Está claro que así no se acabará la crisis. Ni se acabó ganando la Eurocopa ni se acabó ganando el Mundial. Ni siquiera se ha acabado con todas las victorias de Rafa Nadal en Roland Garros y de la selección española de baloncesto. No mezclemos deporte con política. No aprovechemos los triunfos de una selección deportiva o de un deportista individual para ondear la bandera de que somos el mejor país del mundo; no les demos a los Gasol, Llorente, Fernando Alonso, Jorge Lorenzo o Negredo la responsabilidad de sacar de la crisis a todo un país. Porque esa no es su tarea. Ellos tienen otra: meterse en el terreno de juego y hacer lo mejor posible su trabajo, contagiarnos esa alegría cuando el balón traspasa la línea de gol, la amargura de la caída tras el fallo, la emoción de la pelota volando hacia la canasta, la red vibrando decidiendo si el punto cae de un lado o del otro.

Ese es el trabajo del deportista. Y los responsables de sacarnos de la crisis no se vestirán de corto esta tarde. Es posible que estén en tribuna, invitados de honor, o en sus enormes y mullidos sillones de los palacios presidenciales de Alemania, España, Italia o Francia. Esperando que el triunfo de su selección amortigüe la dureza de la crisis, de los recortes, de las reformas, de las medidas de saneamiento de la banca, sabiendo que la ciudadanía también necesita de estas alegrías deportivas. Y las necesitamos, por supuesto. Pero el lunes volverá a ser lunes y la Bolsa seguirá dándonos sustos y la prima de riesgo seguirá oscilando a su antojo (o al antojo de unos cuantos) y el director del banco de turno se irá y se embolsará otra millonada, poniendo siempre sus intereses por delante del beneficio general.

Esta tarde eso no pasará. La gran mayoría de los españoles remaremos en la misma dirección, apoyaremos a esos once tíos que se dejarán la piel sobre el terreno de juego, nos quejaremos de los cambios, gritaremos aquello de «pero cómo has podido fallar eso, chaval», nos abrazaremos al de al lado con un gol de los nuestros. Y si es el cuatro a cero ante Italia, mejor que mejor. Todos remando en la misma dirección. Todos mirando por el bien de nuestra selección. Creyendo en ellos.

¿No podríamos hacer eso también el lunes por la mañana? ¿No podríamos dejar atrás el ego y la codicia y aprovechar todas nuestras energías para salir de esta crisis que ya se nos enquista sin que siempre parezca que se benefician los mismos? ¿No podríamos hacerlo? Pienso que sí. Y ahí no nos pueden ayudar demasiado los veintitrés de Vicente del Bosque.